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miércoles, 8 de febrero de 2023

La especia de la aventura

Hay algo de mágico y de ilusión infantil en las exploraciones de rutas de campo que realizo. Ese cosquilleo comienza desde el momento en el que toman forma en mi mente hasta que me encuentro de nuevo en el hogar, tras haber vivido mi aventura secreta.

El olor del mapa y su aspecto manoseado y envejecido, el roce de mi dedo sobre la superficie plastificada del plano al seguir la línea de trazos, apenas visible, de un senderito que posiblemente se halle desdibujado en la realidad.

Ah, y cuando preparo la mochila y me dispongo a salir. Es lo que más me cuesta, porque me pierdo en divagaciones y condicionales. Y mi imaginación vuela… Y si necesitara mi cuchillo para liberarme de unas imaginarias enredaderas, o mi manta térmica por si me pierdo, hace frío y debo refugiarme, ¿llevaré una linterna?, ¿acaso un trozo de cordel?

Despliego mis pertenencias por toda la cama y voy tocando, a veces apartando la mano y deteniéndola a medio camino, para elegir las cosas que formarán parte de mi equipo. Es como pedir los deseos al genio de la lámpara.

A veces me pueden los nervios, y fatigado por el dilema me digo “qué demonios”, y meto todo precipitadamente porque de repente considero que ya se me ha hecho muy tarde. Como ahora. Me voy a Cercedilla a comprobar cómo vadear el arroyo de la Venta y qué pasos son adecuados en invierno para llevar a un grupo de senderistas.

Posiblemente con una de las cosas que más disfrutaré será comiendo unas lentejas calientes que cargaré como un tesoro en mi mochila, en el interior de un termo. Comer en el campo le da un sabor especial a los alimentos, y saben mucho mejor que en casa o que en un restaurante. Yo lo llamo la especia de la aventura.