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jueves, 1 de mayo de 2025

Cuestión de prioridades

 


Hace tiempo que me ronda una idea: publicar un libro es como lanzar una botella al mar. Ilusión, esfuerzo… y después, muchas veces, silencio. O lo que es peor: promesas vacías.

He tenido la fortuna de publicar algunos libros. Relatos, reflexiones, propuestas útiles que nacen de la experiencia y del deseo de compartir algo que pueda servir o emocionar. Y lo cierto es que, para mi sorpresa y alegría, están encontrando cierto eco. Lentos pero firmes, van llegando lectores… lectores desconocidos, personas a las que no he visto nunca y que, sin embargo, han decidido apoyar lo que escribo sin conocerme de nada.

Y eso es precisamente lo que me lleva a escribir esta reflexión: que muchas veces quienes más cerca están son los que menos reaccionan. Los precios no son descabellados: entre 10 y 12 euros en papel, o incluso 4,99 en Kindle. No más que dos cafés de esos que vienen en vaso gigante con nombre mal escrito. Y, sin embargo, salvo la familia más directa, el apoyo ha sido... digamos que discreto. La típica frase de “en cuanto tenga dinero me lo pillo” se ha convertido en una especie de banda sonora ambiental.

Claro, luego ves a esas mismas personas gastarse 40 euros en una noche de copas, en un escape room o en un cacharro de Aliexpress que probablemente acabará olvidado en un cajón. Y tú piensas: ¿no valgo ni una ronda de cervezas?

No lo digo con rencor (aunque confieso una ceja ligeramente arqueada). Sé que cada uno tiene sus prioridades, sus gustos y su presupuesto. Cada cual se gasta el dinero en lo que quiere, y lo respeto profundamente. Faltaría más. Pero no deja de ser curioso cómo valoramos algunas cosas que duran una noche... y otras, que quizás nos acompañen toda la vida, se dejan para “cuando pueda”.

No espero que todos mis conocidos lean todo lo que escribo. Pero a veces uno agradecería ese pequeño gesto, aunque solo sea por decir: “Eh, lo valoro. Te apoyo.” Como hacemos con los conciertos de amigos, las exposiciones de conocidos o incluso ese primo que vende mermeladas artesanas con nombres impronunciables.

Pero no pasa nada. Uno aprende. Aprende que el verdadero lector muchas veces está fuera del círculo cercano, en alguna parte del mundo, buscando justo ese libro que tú has escrito. Aprende a seguir adelante, a mejorar, a escribir para los que sí despiertan.

Así que gracias a quienes habéis estado ahí. Y a los demás... tranquilos. Cuando tengáis tiempo (y dinero, claro), aquí seguiremos, con tinta fresca y alguna que otra historia bajo el brazo.


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